Todo comenzó con una verdad que casi nadie quería ver: los perritos con necesidades especiales son
los que más aman… y los que menos oportunidades tienen.
Mientras miles de personas buscan adoptar cachorros sanos, hay otros —aquellos que perdieron una
patita, que dejaron de ver, que sufrieron heridas profundas o traumas— que simplemente no tienen un
lugar en este mundo. Nunca los eligen. Nunca los voltean a ver. Nunca encuentran un hogar.
Y sin embargo, son los animales que más darían la vida por nosotros.
FPA nació de ese contraste. De esa injusticia silenciosa. De entender que ellos, los más frágiles y los
más olvidados, son también los más fieles, los más nobles y los más dispuestos a amar sin
condiciones.
Nació de ver que la mayoría de refugios no pueden hacerse cargo de ellos porque requieren cuidados
constantes, medicinas, curaciones, alimento especial, supervisión… demandan tiempo, recursos y
mucha paciencia.
FPA decidió entrar justo ahí: no para buscar adopciones imposibles, sino para darles una vida digna,
segura y llena de amor a quienes jamás serían elegidos.
Hoy FPA existe gracias a personas que entienden que salvar una vida no siempre significa encontrar
un hogar. A veces, salvar una vida es simplemente no dejarlos solos.